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  • Mica Tramer

Hoy decimos presente en los 27 años de injusticia

Actualizado: 23 ago 2021

Una bomba. No la escuché, no la sentí y no la sufrí. Pero ayer lo sentí cercano, lo escuché de primera fuente y sufrí tan solo imaginándolo.

18 de julio, el día en el que sus vidas cambiaron, el día que la bomba les quitó una parte de su vida irrecuperable, el día que la justicia les falló. Marianela, Rachi y Javier, cada uno nos permitió ver su propia herida y escuchar su relato. 27 años de impotencia guardado en sus cuerpos, de intriga y de injusticia.



Hoy nos toca estar en Israel. Este 22 de julio nos reunimos en un acto donde no sólo recordamos, sino comprendimos y luchamos por conseguir justicia para las víctimas y sus familias. En su mayoría éramos jóvenes de diferentes programas de Masa, de Shnat Ajshara Habonim Dror y Hejalutz Lamerjav y de Tlalim NEXT. Ahora entendemos que está en nuestras manos la memoria, el respeto y el apoyo.



Estudiaron, trabajaron, viajaron, pero lo que marcó su vida fue la AMIA. Un edificio partido en dos y un agujero. Una delgada línea, calle Pasteur si, Uriburu no. Vivir con ‘’¿Qué hubiese pasado si estaba en la otra mitad?’’, un edificio que nos quitó una mitad que parece un entero, vidas enteras, familias, historias. Pensar, ‘’Yo me salvé y otros no, ¿Por qué?’’.

Marianela hoy vive acá, y su hija lleva el nombre de su pesar más grande, su madre. Víctima de los culpables inexistentes, se encontraba a las 9:53 am dentro de la AMIA, de donde nunca más pudo salir. 27 años después, los sentimientos no cambian. Rachi y Javier también se encontraban dentro de la AMIA, pero pudieron salir con vida para estar en el encuentro.


Agarró el micrófono el organizador, con palabras cortas nos dijo “este no es un acto, es un encuentro” y tiene sentido. El micrófono fue a Rachi, Marianela y luego Javier, quienes merecen hablar son ellos. Son los familiares, los sobrevivientes y todos los que llevan una herida en su alma desde el 18 de julio. Somos comunidad, y lo seguiremos siendo sólo si no ignoramos esto. No podemos ignorar las imágenes y los testimonios, y tampoco debemos quedarnos solo con eso. Somos todos parte de lo mismo.




Memoria, la palabra que nos guió hoy.

Rachi, mujer sobreviviente nos logró cantar sus emociones. “Solo le pido a Dios, que lo injusto no me sea indiferente, que no me abofeteen la otra mejilla, después que una garra me arañó esta suerte”. Demostró cómo cambian los deseos, como quema por dentro la injusticia, demostró cómo cambió ella.


Marianela, hija de la última persona encontrada bajo los escombros, Susana Kreiman (Susy). La calma con la que habló, el agradecimiento que transmitió, mientras deberíamos ser nosotros quienes la apoyan y le agradecen sus palabras. Escuchar la inocencia con la que tuvo que afrontar el momento y la esperanza que la mantuvo firme, rompe el corazón.

Su hija Susy, hoy ya en el ejército, comenzó diciéndonos “Nací sin abuela”. Pensar que un hecho así marcó su vida desde el inicio, sin darle siquiera oportunidad de crecer en un mundo inocente.


Sobreviviente de ese 18 de julio, Javier. Transmitió con sus palabras lo que fue escuchar los gritos de sus compañeros, ver con sus propios ojos el edificio y finalmente dar ese inalcanzable abrazo con su novia. “Siempre recordaré ese abrazo”, es lo que lo guía y lo que lo mantuvo en pie para venir a esta tierra y comenzar una familia, arrastrando siempre ese dolor.


¿Con quién se descarga? ¿Hezbollah? ¿Irán? ¿Argentina? Nadie, con uno mismo. Debieron canalizar ese dolor con su comunidad, con su gente más allá de Argentina.


Escuchando el canto, escuché la rabia. ¿Se podrá escuchar un sentimiento? Estoy convencida que cuando tu vida toma este giro, tus maneras de expresarte toman otras formas indescriptibles. Pelos de punta, piel de gallina pensando en todo lo que debió estar pasando por su cabeza en ese momento. Que mujer tan fuerte, cantando y mostrándonos a todos los demás su historia. Lo importante es conocer, no lograremos nunca entender lo que significa para una simple vida humana algo así, pero debemos escuchar con todas las emociones potentes que involucran, recordar y nunca olvidar.


Caminar por un pasillo sin fin. Sin fin de injusticia, dolor, confusión. Imágenes mostrando la AMIA completamente destrozada. El mayor centro comunitario derrumbado, nuestra comunidad en el piso, nuestra propia gente siendo víctima del odio. Son vidas, sueños, hijos, abuelos, que nunca dejarán nuestra alma, 85 nombres que hoy gritan presente. En una mesa con recortes ví una imagen mostrando a todos ayudando, que me recuerda el por qué estamos acá hoy. Otra con personas paradas, me hizo entender que nadie sabe qué hacer ni como algo así pudo pasar, se logró transmitir el propio desentendimiento del ser humano. Lamentablemente es ese atentado lo que nos une.



Pude ser parte de una actividad que me dejó sin palabras. Todos en círculo, cada uno representando a una víctima con su foto, en silencio escuchamos cada nombre y repetimos 85 veces “PRESENTE”. Están presentes en el encuentro, en el corazón de cada uno.



¿Cómo podemos comparar nuestros sentimientos con los de ellos? Víctimas, familiares que hoy viven para contar. Ahí me doy cuenta que aun estando escuchando desde fuera, puedo y debo sentir esa rabia y angustia, me doy cuenta que complementamos los pensamientos y sentimientos de los que más sufrieron. No olvidar que estamos y estaremos siempre juntos en esto.

Esto los persigue día a día, de la forma en que no se persigue a los culpables. Llegar y escuchar plenamente las historias, no videos ni imágenes. En primera persona, ¿Estaba preparada para esto? Pienso; ellos no estaban preparados para vivirlo.

No lo imaginaban ni en sus peores pesadillas, pero hoy se encuentran en Israel, nuestro país, hablando y contando con la fuerza que reflejan. Eligieron estar acá como todos los asistentes para apoyarse los unos a los otros, para crecer como persona y surgir como comunidad.



El acto fue finalizando, pero recién empiezan a surgir los pensamientos de cada uno de nosotros. Pudimos ver, sentir y hasta escuchar como el de al lado no logró dimensionar lo sucedido. Pude ver en la cara de los testimonios el orgullo de poder contar y el aprecio de ser escuchados. Nosotros debemos agradecer y darnos cuenta que es un tema actual, es una injusticia que estamos viviendo y que no podemos dejar de pasar a futuras generaciones.



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