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  • Luli Szerman

Un acto de amor

Actualizado: 2 nov 2022

Daniela Rapp cuenta su experiencia en Polonia, cuando viajó como parte de una delegación para ayudar a los refugiados de Ucrania.

Daniela Rapp tiene 30 años, es oriunda de Buenos Aires, Argentina e hizo aliá en febrero del 2019. “Desde que hice Shnat Hajshará y volví a mi tnuá, Israel Hatzeirá, en el barrio de la Paternal, me di cuenta que Israel también era mi lugar de pertenencia".


Foto: cedida por Daniela Rapp
Foto: cedida por Daniela Rapp

Es profesora en Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y vino hacer un master en Estudios de Género en la Universidad Ben Gurión de Beer Sheva. “Mi identidad con Israel es a partir del hebreo. Mis padres vivieron acá y me crié con mi mamá quien siempre me habló en ivrit”.

Su parte activista viene de la tnuá, donde aprendió a luchar por un mundo más justo; y luego buscó otros marcos para hacerlos, a través de la educación no formal. “Cuando hice aliá, después del primer ulpan, empecé a trabajar como madrijá y luego como coordinadora de shnat".

Comenzó la guerra entre Rusia y Ucrania y se vió muy afectada. “Dentro de la tnuá pensaron en brindar una ayuda más concreta, física y eso era enviar una delegación. El coordinador de Europa lo organizó y ahí no lo pensé: ¡Dije yo voy! Y a los 4 días salí con la delegación”.


Fotos: cedidas por Daniela Rapp


El departamento de Noar Jalutz y Dor Emshej de la Organización sionista Mundial liderado por Sergio Edelstein apoyó esta delegación conformada por Hashomer Hatzair y Hanoar Hatzioni y otras delegaciones como La de Hejalutz Lamerjav y Habonim Dror a Bucharest...



Foto: cedida por Quique Rosenburt.
Foto: cedida por Quique Rosenburt.

“El primer día nos ocupamos de entender qué podíamos hacer y en dónde. Oren, director del Shomer Hatzair tenía contactos locales y con la organización israelí Natan, que ayuda en cuestiones de desastres locales, vivenciamos ocho días muy intensos. Estuvimos todo el tiempo dando y entregando, ayudando, acompañando y hablando de una misma temática todo el tiempo, con personas que perdieron sus casas, muchas se separaron de sus familias, y no sabían a dónde van a ir. Fueron 9 o 10 horas diarias, tratando de hacer reír o darles un abrazo en la juegoteca o ayudándoles a buscar un siguiente destino”.

Llegaron a un centro comunitario de Shemesh y ahí entendieron que ese era un lugar de trabajo. “Un shopping abandonado, lleno de micros, mucho frio, fogatas prendidas afuera… Vimos mucho movimiento de gente y en una parte estaba la juegoteca, lugar donde trabajamos”.


Foto: cedidas por Daniela Rapp



De la delegación solo tres personas hablaban ruso o ucraniano y fue increíble que el lenguaje no fuera un impedimento. "Antes que nada hay Google Translate, pero teníamos el lenguaje del cuerpo. Los que no teníamos idioma, trabajamos, ayudamos con señas, a través del juego, con miradas, pantomimas y abrazos. No vinimos para la foto, solo para ayudar de verdad"


Foto: cedida por Daniela Rapp
Foto: cedida por Daniela Rapp

Varios países vecinos mantienen abiertas sus fronteras para los refugiados de Ucrania, y Daniela, fue parte de esos grupos de voluntarios que dieron tiempo y dedicación para tratar de hacerles pasar unas horas, unos días diferentes, acompañándolos, acogiéndolos, dándoles un poco de calor humano en estos tiempos tan difíciles.


Foto: cedida por Daniela Rapp
Foto: cedida por Daniela Rapp

Ayuda humanitaria recibían en cantidades. Este grupo de voluntarios brindó tiempo y dedicación para darles fuerza y ayudarlos en lo que los refugiados necesitaran. “Una vez que llegamos al lugar entendimos realmente lo que hacía falta y pusimos manos a la obra. Por ejemplo, compramos stickers, gomitas para el pelo, etc. y nuestro rol no sólo fue jugar con los pequeños sino ir a buscarlos. Incluso hubo madres que nos veían repartiendo cosas a los niños y nos llamaban para que también su hijo recibiera”.


Fotos: cedida por Daniela Rapp



Cuando le preguntamos a Daniela qué de todo le quedó marcado contó que "una nena de 6 años, que estaba bailando conmigo, me agarró y me abrazó, se me tiró encima como 20 minutos y la tuve como si fuera una bebé. En ese momento, mi compañera me cuenta que esta chiquita le fue a preguntar si la podíamos abrazar como si fuera un bebe a pesar de ya no serlo”.

El calor, la protección, la contención y el afecto, van más allá de si hablamos el mismo idioma. “Como mensaje quiero decir que las personas, delegaciones que viajan, tienen que estar dispuestos a dar lo que necesitan en ese momento. Uno esta allá para dar lo que precisan, para jugar y dar un abrazo”, enfatizó Daniela.


Foto: cedida por Daniela Rapp
Foto: cedida por Daniela Rapp

Y conversando con las otras Tnuot entendemos que también en Bucharest tuvieron el rol de ayudar con clases de ulpan, ya que varias Familias estaban preparándose para su aliá.


Fotos: cedidas por Naty Katz, de la tnuá Hejalutz Lamerjav en Bucharest.

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